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viernes, 2 de julio de 2010

Introducción

Me atrevo a iniciar esta narración de las situaciones por las que debí atravesar como paciente, más allá del diagnóstico, pensando en que es muy probable que estos hechos le ocurran a la mayoría de las personas que padecen alguna enfermedad que requiera tratamiento prolongado, de no ser así, estoy tristemente obligada a pensar que son demasiados los acontecimientos que debieron conjugarse para provocar tantas arbitrariedades y he resultado ser la destinataria de hostiles y siniestros sucesos de manera fortuita y casual, lo cual me hace sospechar que debieron NO estar alineados Saturno, Júpiter y Marte en todo este tiempo y por eso mis pesares.
Carezco de fe en religión alguna, si bien he sido educada en un colegio religioso, conducido por monjas y quizás por esa misma razón, he pasado mi vida adulta libre de creencias en dioses, ángeles, vírgenes, mesías, curanderos, sanadores u otros personajes similares. Este hecho, tiene relevancia especialmente porque he decidido depositar toda mi confianza en los seres humanos, en lo que a esta situación respecta, en los profesionales de la salud y más específicamente en los conocimientos que ellos hayan asimilado del universo que nos brinda la ciencia, entendiéndola como una fuente de sabiduría imposible de desconocer.
Este relato de los aconteceres y padeceres persigue cuatro objetivos: Por un lado hacer tomar conciencia, a quienes se molesten en leerlo, sobre la susceptibilidad que embarga a las personas que por padecer alguna enfermedad inician un doloroso contacto con conceptos como dolor, pena, invalidez, sufrimiento y finalmente no puedo dejar de mencionar: la cercanía de la muerte. La segunda razón que me estimula es un intento de acercamiento y solidaridad hacia toda persona que debe pasar en alguna etapa de su vida por situaciones similares ya sea por sí mismos o por ayudar a algún familiar o amigo; en tercer lugar un utópico anhelo de conmover a todos aquellos que tienen responsabilidades en las diferentes etapas vinculadas a los procesos de la Salud, tales como profesionales médicos, secretarias, empleados de las obras sociales, empleados de farmacias, enfermeras, etc., suplicándoles que desarrollen sus actividades con honestidad, responsabilidad y fundamentalmente respeto por cada ser humano que tienen que tratar y por último como una manera de hacer terapia, como necesidad de mitigar todas las sensaciones de frustración y fracaso que personalmente padecía ante cada uno de los reveses provocados por la Gestión de mi enfermedad, el transcribir mis emociones relatando lo que para otros puede resultar anodino, me producía una sensación liberadora, como si el relato cobrara vida y se apartara de mí llevándose los disgustos y mortificaciones.
Por ningún motivo publicaré mis datos personales reales, no soportaría interpretaciones que sugirieran interés por mi parte de adquirir protagonismo o relevancia por padecer una enfermedad, cosa libre de virtud alguna.
Como regla trataré de poner apellidos de los profesionales levemente diferentes, que si bien podrían ser reconocidos, los más afamados, no me hagan pasible de reclamos legales, porque además de mis críticas al universo de la medicina debo señalar que el universo de las leyes me resulta tan o más inescrutable, objetable e injusto.
Para no recibir una crítica tan despiadada debo reconocer que son dos grandes universos sobre los que hoy me despiertan crueles dudas, el de la Medicina y el universo de la Justicia, por lo que mi capacidad crítica puede, desde ya ponerse en tela de juicio. Lo acepto, correré el riesgo.
Habiendo aclarado los puntos que me interesaban no me resta otra cosa que iniciar la narración de los hechos en forma cronológica.

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